DSC01109El sentimiento del amor es bello, pero debe ser purificado mediante un camino de discernimiento en el que entran la razón y la voluntad. Sentimiento, razón y voluntad deben estar unidos.

En el rito del matrimonio la Iglesia no dice: “Estás enamorado”. Pregunta: “¿Quieres?, ¿Estás decidido?

El enamoramiento debe transformarse en verdadero amor implicando la voluntad y la razón que llevan al compromiso y a la purificación hasta poder decir con toda la fuerza: “Sí, esta es mi vida”.
En las bodas de Caná el primer vino era bueno: el enamoramiento. Pero no duró hasta el final. Debía llegar un segundo vino, más bello, mejor que el primero: el amor definitivo.

Es importante que el yo no quede aislado, el yo y el tú. Debe estar implicada también la comunidad parroquial, la iglesia, los amigos. Es muy importante la comunión de vida con los demás, con familias que se apoyan entre sí.

Esta comunión con los amigos, con la comunidad, con la iglesia, con Dios mismo produce un vino duradero.

IMG 0152La familia tiene su ritmo, como el latido del corazón. Es lugar de descanso y de impulso, de llegada y de partida, de paz y de sueño, de ternura y de responsabilidad. La pareja debe construir el clima antes de la llegada de los hijos. La casa no puede quedar desierta a causa del trabajo, sino que la familia deberá aprender a vivir y a conjugar los tiempos del trabajo con los de la fiesta.

A menudo deberá hacer frente a presiones externas que no consienten elegir el ideal. Pero los discípulos del Señor son aquellos que, viviendo en las situaciones concretas, saben dar sabor a cada cosa, incluso a lo que no se logra cambiar: son la sal de la tierra.

albalilyExiste una fuerte, sistemática y significativa correlación entre el vivir relaciones familiares estables y la felicidad sujetiva.
Personas relativamente más felices respetan más las instituciones y las leyes, participan más en la vida civil y en el servicio voluntario y tienen mejores logros económicos.

Estar casados tiene un efecto relevante y significativo en la satisfacción individual. El divorcio y, todavía más, la separación están asociados a niveles significativamente inferiores de felicidad.

Creer en la familia está asociado a un aumento de la satisfacción individual mayor que los efectos ligados a la importancia de los amigos, el tiempo libre, la política, el trabajo y la religión.

Creer en el matrimonio como institución y en la figura de los padres está asociado a un significativo aumento de la satisfacción individual. Una mayor frecuencia de relaciones con los padres y parientes tiene un efecto positivo en la felicidad.

tmcruzgonzalezSomos miembros de los Salesianos Cooperadores y formamos parte del equipo de matrimonios de nuestra parroquia.

Como familia hemos experimentado situaciones difíciles: problemas económicos, de salud, sociales, laborales. Según las circunstancias, nos reunimos en familia para plantear nuestros problemas y buscarles respuestas.

Damos garantía que como católicos hemos obtenido las herramientas de gracia que nos ayudan a hacer nuestro “yugo llevadero y nuestra carga ligera”.

Como pareja pedimos al Señor sabiduría, salud y santidad. Intercedemos por nuestros semejantes, agradecemos por proveernos los alimentos diarios. Visitamos el Santísimo, meditamos  la Palabra de Dios y frecuentamos el sacramento de reconciliación.

 

DSC09728Queridos esposos, viviendo el matrimonio ustedes no se dan cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y su amor es fecundo, en primer lugar, para ustedes mismos, porque desean y realizan el bien el uno al otro, experimentando la alegría del recibir y del dar.

Es fecundo también en la procreación, generosa y responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y en la educación metódica y sabia.

Es fecundo, en fin, para la sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes sociales, como el respeto de las personas, la gratuidad, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación.

Cuiden a sus hijos y, en un mundo dominado por la técnica, transmítanles, con serenidad y confianza, razones para vivir, la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en la debilidad.

Ustedes, hijos, procuren mantener siempre una relación de afecto profundo y de cuidado diligente hacia sus padres, y también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una oportunidad para crecer en el amor.

tmserranonuilaLa historia de los Serrano-Nuila parece extraída de una novela entretejida con hilos salesianos.
Genaro y Martha María (los papás) nos conocimos en el Colegio Santa Cecilia, en el grupo Juventud 75. Nos presentó el Padre Guillermo Peralta, quien desde un principio se convirtió en nuestro “cupido”. En 1979, un corto noviazgo. En 1980, Martha María se trasladó a Tegucigalpa. María Auxiliadora y Don Bosco se empecinaron en hacer realidad el dicho salvadoreño: “La pedrada que es tuya nadie te la quita”. En marzo de 1988 un encuentro en Santa Tecla dio la pauta para comenzar un noviazgo formal. Genaro viajaba cada sábado hasta Tegucigalpa, donde permanecía unas horas y regresaba a San Salvador.

El 30 de diciembre de 1989 nos casamos, con más diferencias que coincidencias, con la vocación salesiana casi como único factor común entre ambos. Descubrimos por qué los cuentos de hadas terminan en boda. Nadie investiga la veracidad o las dificultades para construir el “vivieron felices…”. La misa dominical, la cercanía a la vida sacramental y el consejo oportuno del padre Alfonso Evertsz fueron nuestra ayuda certera. Cuando hay diferencias, es María Auxiliadora quien consigue el vino tinto para reinventar el amor que mata “la incompatibilidad de caracteres”, que para otros sería divorcio.
Nuestras hijas llegaron despacio para ser disfrutadas en todas sus etapas. Una por cada mundial de fútbol: Italia’90 nos dejó a Marthita; Estados Unidos ’94 nos trajo a Suyapa y Francia ’98 a Maycita. Su llegada nos permitió construir un ambiente de acogida, la casa se llenaba de jóvenes de diferentes edades, de cantos, de risas, de cuentos, de grupos de estudio, de pleitos… Entramos en un mundo de piyamadas, piñatas, almuerzos, paseos y retos. Recordamos las tablas de multiplicar, los verbos, la historia colonial y el ambiente del Movimiento Juvenil Salesiano con sus campoboscos y retiros. Ya superamos los “primeros novios”, las malas calificaciones, los cambios de humor y la adolescencia sin nalgadas, con sistema preventivo… A lo largo de 23 años de matrimonio el perdón ha sido clave. Un fin de semana típico es repartir niñas, supermercado, anécdotas, los mismos chistes de papá, películas, playa, juegos de mesa… Las fiestas salesianas son como los cumpleaños.

tmzaldañaveidmanSin duda alguna, la fe católica es el eje que fundamental, sostiene y acrecienta nuestra familia, puesto que  está cimentada en el sacramento del matrimonio.  

Desde ese momento, cuando Cristo consagró nuestra unión como esposos, comprendimos que sólo con Él podríamos llevar a cabo la misión de ser una familia cristiana, tratando de vivir la doctrina católica, que tantas veces nos opone a la corriente del mundo: cuidar la fidelidad y la apertura a la vida en el matrimonio; acudir con frecuencia a los sacramentos de la penitencia y la eucaristía para alimentar la gracia de Dios en nuestras vidas; luchar por vivir las virtudes—honestidad, laboriosidad, generosidad, etc.—que sabemos son ejemplo fundamental para educar a nuestros hijos; esforzarnos por buscar el equilibrio en la administración de los bienes materiales, tratando de evitar lo superfluo y cuidando lo que se tiene; escoger con cuidado el entretenimiento familiar, que no atente contra la moral cristiana; tener precaución y sobriedad en el uso de la tecnología que puede llevar a peligros insospechados; hablar continuamente con los hijos sobre los temas y situaciones que inundan el mundo para darles criterio recto en el ejercicio de su libertad; recordarnos continuamente de la presencia viva de Cristo, la Virgen María, los Angeles Custodios, la Comunión de los Santos, que nos asisten en todas las circunstancias que puedan suscitarse en nuestras vidas,  y enseñar a los hijos a acudir con confianza a estas ayudas celestiales; acompañarnos mutuamente en la oración diaria de la mañana, de la noche y a la hora de las comidas para ejercitar la piedad. Todo esto supone una lucha cotidiana, empezando el día con buenos propósitos y esforzándonos por alcanzarlos, aunque no siempre se logren.