(ANS – Ciudad del Vaticano) – Con la misa presidida por el papa León XIV en el atrio de la Plaza de San Pedro en la mañana de hoy, jueves 9 de octubre de 2025, el Jubileo de la Vida Consagrada alcanzó su punto culminante. Acogiendo a más de dieciséis mil consagrados provenientes de unos cien países de todo el mundo, Robert Francis Prevost, él mismo religioso agustino, estableció de inmediato una afectuosa complicidad con todos los presentes, identificando el sentido de su peregrinación jubilar en el regreso a la Misericordia, de la cual la vida consagrada quiere ser testimonio, afirmando al mundo, con su sola presencia, que “vivir los votos es abandonarse como niños en los brazos del Padre”.
Durante el desarrollo de la solemne celebración, que comenzó a las 10:35 (UTC+2), el Santo Padre profundizó su reflexión a partir de la liturgia del día y de la invitación de Jesús a “pedir”, “buscar” y “llamar” (Lc. 11,9). Así, desarrolló un paralelismo entre los tres verbos y los votos de los consagrados:
- “Pedir, en efecto, es reconocer, en la pobreza, que todo es don del Señor y dar gracias por todo”;
- “Buscar es abrirse, en la obediencia, a descubrir cada día el camino a seguir en la senda de la santidad”, según los designios de Dios;
- “Llamar, finalmente, es pedir y ofrecer a los hermanos los dones recibidos con un corazón casto, esforzándose por amar a todos con respeto y gratuidad”.
León XIV invitó luego a los consagrados –religiosos y religiosas, monjes y contemplativas, miembros de los institutos seculares, pertenecientes al Ordo Virginum, eremitas, miembros de las “Nuevas Formas” de vida consagrada– a hacer memoria de cuánto y de cómo el amor de Dios ha actuado en su historia de vida y en sus respectivos institutos y congregaciones, conscientes de que incluso a través de los “caminos más difíciles de comprender, tal vez por el crisol misterioso del sufrimiento”, nunca ha faltado “el abrazo de esa bondad paterna que caracteriza su obrar en nosotros y, a través de nosotros, para el bien de la Iglesia”.
Tomando inspiración en su propia espiritualidad, el Pontífice citó a san Agustín para intentar expresar la indescriptible belleza y la centralidad de Dios en la vida de los consagrados: “¡Para ustedes, para nosotros, el Señor lo es todo! (…) Sin Él nada existe, nada tiene sentido, nada vale”. Una relación, la que une con Dios, que no debe asustar a los consagrados, porque nunca es tan absorbente como para anular lo humano, descuidar a los hermanos o dejar sin espacio la misión y el apostolado. Lo explicó claramente el Santo Padre cuando dijo: “La historia nos enseña que de una auténtica experiencia de Dios brotan siempre impulsos generosos de caridad, como sucedió en la vida de sus fundadores y fundadoras, hombres y mujeres enamorados del Señor y por eso dispuestos a hacerse ‘todo para todos’ (1 Cor. 9,22), sin distinciones, de las más diversas maneras y en los más variados ámbitos”.
Al mundo de hoy, escéptico frente a las ideologías, aturdido por la velocidad de la información y de los cambios, a menudo atraído por modas pasajeras y efímeras, los religiosos recuerdan que “para ser verdaderamente feliz, el hombre necesita (…) experiencias de amor consistentes, duraderas, sólidas; y ustedes, con el ejemplo de su vida consagrada, son como los árboles frondosos de los que hemos cantado en el salmo responsorial” (“dará fruto a su tiempo y sus hojas no se marchitarán jamás”, N.d.R. – Sal 1).
Por último, el Papa subrayó también la dimensión escatológica de la Vida Consagrada, recordando a todos que, como afirmó el Concilio Vaticano II, religiosos y religiosas son “testigos de los bienes futuros”, capaces de elevar la mirada hacia un horizonte eterno que trasciende las realidades de este mundo.
Concluyendo la homilía, el Pontífice hizo suyas las palabras de su predecesor san Pablo VI, exhortando a los consagrados a “conservar la sencillez de los ‘más pequeños’ del Evangelio. Sean verdaderamente pobres, mansos, hambrientos de santidad, misericordiosos, puros de corazón, aquellos gracias a los cuales el mundo conocerá la paz de Dios”.
Aunque la misa con el Pontífice, momento culminante del Jubileo de la Vida Consagrada, haya concluido, el programa de este evento prevé aún diversos encuentros en toda la ciudad de Roma hasta el domingo 12 de octubre de 2025.