Con un espíritu incansable y una sonrisa que siempre transmitía esperanza, el padre Miguel Ángel Cano Rosales, SDB, vivió para servir y dejó una huella imborrable en cada comunidad que tuvo la bendición de recibirlo. Su partida el pasado 5 de enero nos invita a recordar con gratitud una vida plenamente dedicada a Dios y al prójimo, especialmente a los niños y jóvenes en las obras salesianas de Centroamérica.
Nacido en la histórica ciudad de Granada, Nicaragua, el 22 de mayo de 1972, Miguel Ángel comenzó su camino vocacional en 1989 y realizó su primera profesión religiosa en 1992. Su ordenación sacerdotal, el 2 de diciembre de 2001, marcó el inicio de 23 años de servicio sacerdotal, lleno de entusiasmo, entrega y profundo compromiso con la misión salesiana.
Una misión que trascendió fronteras
El padre Cano desempeñó múltiples roles en diversas obras salesianas de la región, destacándose siempre por su cercanía con los jóvenes y su habilidad para animar a las comunidades a construir ambientes de fe, esperanza y alegría. Desde su trabajo en pastoral juvenil en Costa Rica hasta su liderazgo como director en el Instituto Técnico Don Bosco de Panamá y el Centro Juvenil Don Bosco en Managua, su legado es el de un constructor de sueños y un formador de almas.
Para quienes lo conocieron de cerca, el padre Cano fue mucho más que un sacerdote: fue un mentor, un consejero y un amigo entrañable. Josh Landon, exalumno del CEDES Don Bosco, lo recuerda con emoción: "El padre Cano no solo fue un gran amigo y mentor, sino que se convirtió en mi padrino de confirmación en 2007. Su partida deja un enorme vacío”.
Este sentimiento resonó en las voces de numerosos jóvenes que encontraron en él un referente de fe y esperanza. Su capacidad para conectar con las personas, combinada con su preparación académica en filosofía, pedagogía, teología y orientación familiar, le permitió atender las necesidades espirituales y humanas de quienes lo rodeaban.
Recordamos con gratitud y admiración al padre Miguel Ángel Cano Rosales, SDB, un sacerdote que vivió al estilo de Don Bosco: con un corazón ardiente por el amor de Dios y un compromiso inquebrantable con la juventud.