Mons. Romero. Existe en la iglesia una celebración  que ha calado hondamente en la sensibilidad del pueblo cristiano: La “fiesta de todos los santos”. Las innumerables personas  que han muerto, y que ya gozan de la plenitud de la vida, son santos. Ellos son nuestros antepasados, familiares o  amigos .

Algunas personas han sido beatificadas o canonizadas, y la iglesia las ha propuesto, como modelos de vida cristiana. Se les rinde culto de veneración y aparecen en el calendario litúrgico. Son pocos en comparación de las innumerables generaciones que ya han muerto y ahora contemplan el rostro de Dios. Los que han sido declarados  “beatos, santos o santas” han sido sometidos a largos  procesos.

Para aclarar ideas: Debemos saber que la iglesia es muy seria en sus procesos de beatificación o canonización. Algunas veces hemos escuchado o leído, que Monseñor Romero va a ser declarado “santo”. No dudamos que sea santo, pero la iglesia lo va a declarar primero “beato”, no santo. El camino para declarar “beato o beata” a una persona se puede realizar por dos vías: Demostrando que el candidato ha practicado en grado heroico la virtudes cristianas o demostrando que sufrió el martirio por su fe,”in odium fidei” que es el caso de Monseñor Romero. Para un mártir no se exige ningún milagro. Monseñor Romero, por ahora, va a ser declarado “beato” y será declarado “santo” cuando la iglesia juzgue oportuno introducir la causa de canonización.

El proceso, que hasta el momento ha realizado la iglesia, ha sido muy serio. El primer paso que se hizo fue declararlo “Siervo de Dios”, y para esto,  la “Congregación para la causa de los santos” examinó un informe presentado por la iglesia salvadoreña y llegó a la conclusión de que nada impedía  realizar el proceso, a eso le llamamos el "Nihil obstat”. Con este documento, Monseñor Arturo Rivera Damas ordenó que se iniciara la causa. En etapas sucesivas, un Tribunal, creado por el Arzobispo, recibió los testimonios de las personas que lo conocieron. Estos testimonios fueron enviados  a la “Congregación para las causas de los santos” en el Vaticano   para su verificación. Este mismo organismo  también se tomó un largo tiempo    para comprobar la ortodoxia de sus escritos. No encontró en ellos ningún error doctrinal.

 Del análisis de toda la documentación, la Congregación  elaboró  un importante  documento llamado la “Positio” que contiene los testimonios de los testigos, los principales aspectos de su vida, las  virtudes y escritos del Siervo de Dios. Fueron examinados y  discutidos por una Comisión de “teólogos  expertos” que  reconocieron  y confirmaron  con voto unánime el martirio formal y material de Monseñor  Romero muerto “in odium fidei”. El asesinato se produjo en el altar de la Capilla de la Divina Providencia mientras celebraba misa el 24 de marzo de 1980.

Para el pueblo salvadoreño, la imagen de Monseñor Romero es el símbolo religioso más importante del país. Sus mensajes de justicia y de paz han traspasado las fronteras. Entre sus muchos pensamientos recordamos: “La palabra queda y ése es el gran consuelo del que predica. Mi voz desaparecerá pero mi palabra, que es Cristo quedará en los corazones que la hayan querido recoger”. A partir del 23 de mayo tendremos al Beato Monseñor Romero, la voz de los sin voz, como un  poderoso intercesor ante la presencia de Dios.

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