ANS image Luanda, Angola, septiembre 2012.- Se inauguró el viernes 14 de septiembre en Luanda, Angola, la Casa S. Kizito, centro de primera acogida para niños de la calle. Un proyecto de cooperación internacional, donde  trabajan juntos salesianos, voluntarios del VIS e instituciones públicas.

La reestructuración, que se llevó a cabo dentro del proyecto "El Camino a la Vida, Fortalecimiento de la Red de Protección Social de la Niñez y Adolescencia, los más vulnerables y marginados de Luanda ", cofinanciado por la Unión Europea y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia, ha permitido una mejora significativa de las condiciones de vida de estos niños.

La casa, que funciona como centro de día y de noche, es acogedora, luminosa y limpia, como han señalado con orgullo los pequeños inquilinos. En el gran patio trasero, ideal para actividades deportivas, están disponibles, gracias al nuevo sistema de alcantarillado, agua corriente, baños y una cocina decente.

La casa es ahora el hogar de 20 niños de 10 a 15 años, que afrontan con pequeños pasos, pero con gran fuerza de voluntad, la difícil transición de la vida de la calle a la elección de un nuevo camino, la educación y la reapropiación de la dignidad, a menudo perdida en la calles de Luanda. Esta, dijeron los chicos, está dedicada a San Kizito de Uganda, que fue martirizado a los 14 años, lo que ha inspirado a los chicos y a don Roberto Musante, sdb, en la elaboración del lema: "Vamos a abrir la mano, para que nadie dé un paso atrás".

La inauguración se llevó a cabo en presencia de Federica Polselli, responsable de la Cooperación Italiana de la Embajada de Italia en Luanda, de Antonella Palmieri, periodista acreditada de la Agencia Periodística Italia, de los niños de los hogares de acogida incluidos también en el proyecto, de los educadores del centro, de salesianos y voluntarios del Servicio Voluntario Internacional para el Desarrollo (VIS). Para los niños la fiesta ha sido también una oportunidad para agradecer con canciones, bailes, espectáculos de capoeira y sonrisas a aquellos que, incluso a distancia, piensan en ellos con cariño y respeto, reconociendo la importancia de un centro como el que ahora viven.

La fiesta terminó con una comida comunitaria, que fue la culminación de un momento de intercambio profundo.

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