P. Francisco Ballesteros González, SDB. QDDG. El Padre Francisco Ballesteros, cariñosamente llamado el “Curro”, nació el 27 de febrero de 1937 en Pozoblanco, Córdoba, España. Sus padres Pedro y Teodora al nacer su hijo pasaron momentos difíciles a causa de la guerra civil española.

Asediados por las milicias, huyeron de su pueblo en horas nocturnas cargando a sus pequeños hijos el mismo día del nacimiento de Francisco. La crueldad de la guerra se hacía sentir en toda la región. Varios salesianos de Pozoblanco murieron asesinados.

Al mejorar la situación política ingresa por primera vez al aspirantado Salesiano de Antequera, Málaga, en 1948. Hace su noviciado en San José del Valle donde pronuncia su primera profesión religiosa el 16 de agosto de 1954. Inicia su posnoviciado en Antequera, Málaga.

Al poco tiempo expresa a sus superiores el deseo de ser misionero. Sus superiores lo destinan a la inspectoría de Centro América. Después de una larga y fatigosa travesía en barco llega a Colón, Panamá, el 1 de febrero de 1956.

Completa sus estudios de filosofía en el Instituto Internacional Don Rúa de San Salvador.

Sus dos primeros años de tirocinio los hace en el Seminario Menor de San Vicente, y su último año, en Santa Tecla, San Salvador. Estudia Teología en la Ciudad de Guatemala donde se ordena de sacerdote en el Santuario Expiatorio Nacional Sagrado Corazón de Jesús el 5 de abril de 1964.

Llevó una minuciosa cuenta de las misas que había celebrado en su vida, contabilizando hasta el 19 de abril del presente año 28,754.

En el trabajo educativo asumió diversidad de funciones: director, pastoralista, administrador y director de estudios. Su trabajo como educador de la juventud lo desarrolló en El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, y Guatemala. En todas estas naciones se le recuerda con cariño y gratitud.

En la vida comunitaria fue siempre ejemplar, puntual y disciplinado. Se le recordará siempre por el fraterno y minucioso cuidado que tuvo con los salesianos enfermos a los que asistía día y noche sin permitir que faltaran las medicinas, el alimento y los cuidados médicos.

Exigente consigo mismo y tolerante con los demás. Leía cada semana un libro. Le encantaban las matemáticas y la historia del arte. Sus exalumnos lo recuerdan con gran simpatía por el interés que ponía al impartir las clases.

Sus últimos años los pasó en el Colegio Don Bosco de Guatemala dedicado al trabajo pastoral en la parroquia, la asistencia en los patios y el diálogo con los alumnos.

Le gustaba hacer cuadros estadísticos sobre la economía y la cantidad de alumnos que había en el colegio. Una de sus preocupaciones era el conteo escrupuloso de la limosna que se recogía en la parroquia.

Antes de que se le llevara al Hospital El Pilar, se le administró la santa unción de los enfermos. Muere el 23 de abril a las 10 de la mañana.

Le recordaremos siempre como un buen salesiano fiel a la iglesia, a Don Bosco y a nuestra inspectoría.

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