P. Vidal Hernández, salesiano 1931 - 2023 Nacido de Braulio Hernández y Bernarda López en Santo Tomás, Chontales, Nicaragua, el P. Vidal ingresó por primera vez a la casa salesiana en el Colegio San Juan Bosco de Granada, Nicaragua, en mayo de 1943, a los 12 años.


Realizó sus estudios de secundaria y su noviciado en Ayagualo, El Salvador, profesando como salesiano el 31 de enero de 1950. Continuó su formación salesiana como posnovicio en el Instituto Don Rúa. Realizó sus prácticas de salesiano joven en el Colegio San José de Santa Ana y sus estudios de teología en la Antigua Guatemala y Ciudad de Guatemala.


Recibió la ordenación sacerdotal el 30 de agosto de 1959. Ejerció su ministerio en el teologado salesiano en diversos períodos. Además, prestó su servicio educativo pastoral en varios centros educativos salesianos: Colegio San José de Santa Ana, El Salvador; Colegio Don Bosco en San José Costa Rica; Liceo Salesiano en Quetzaltenango, Guatemala; Instituto Salesiano San Miguel, Honduras.
Dedicó sus servicios pastorales en el Teologado Salesiano de Guatemala, en la Basílica Don Bosco de Panamá y en la Parroquia María Auxiliadora de San Salvador.
Prestó valiosos servicios eclesiales como licenciado en Derecho Canónico por el Pontificio Ateneo Salesiano de Roma, Licenciado en Derecho Civil por la Pontificia Universidad Lateranense y Doctor en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia.


Este caudal de conocimiento lo puso al servicio de la Congregación y de la Iglesia como profesor de derecho en el Teologado Salesiano, como consejero inspectorial y secretario inspectorial. Fue nombrado juez del tribunal interdiocesano de Managua Nicaragua por diez años.


El P. Vidal siempre quiso vivir esta responsabilidad de vida con una alta preparación académica y sed de conocimiento, unidas a una fina cultura musical – especialmente el piano y la música sacra.

Trató de vivir su vida comunitaria y profesional con exigencia y carácter fuerte, pero también con buen humor y fraternidad, con su servicio de confesor y acompañante espiritual paciente de tantos hermanos y feligreses, y con el gusto de disfrutar los pequeños placeres de la vida: la música, una buena comida o una partida de ping pong.

En la etapa final de su vida afrontó la cruz del sufrimiento por las diversas enfermedades que lo afectaron. Falleció el Día del Señor 19 de febrero en su comunidad, tal como él deseaba.

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