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 Hermanas de la Resurrección, Talita Kumi. Misiones Alta Verapáz. Guatemala. Desde hace varios días la canción “Alma misionera” me ha estado sonando en la cabeza. Eso me hizo recordar que en este mes de octubre toda la Iglesia alrededor del mundo pone especial atención a su actividad misionera.

El origen de esta misión es Dios Padre. Él, en su gran misericordia, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2,4). Fue por eso que Dios decidió enviar a su Hijo Jesús, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3,16)

Jesús es el misionero por excelencia, enviado por Dios Padre, para salvar a todos los seres humanos. Las palabras de Jesús son claras: La voluntad de mi Padre es que no se pierda ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite en el último día (Jn 6,39).

Por otra parte, toda la Iglesia, cada uno de nosotros formamos parte de esta misión. La Iglesia existe para ser misionera, esa es su razón de ser. De hecho Jesús dice: Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo a ustedes (Jn 20,21).

El apóstol san Pablo era consciente de esto, y por eso decía: Anunciar el evangelio no es para mí un motivo de gloria; es una obligación que tengo, ¡y pobre de mí si no anunciara el evangelio! (1ª Cor 9,16).

Pero ¿cómo podemos hacer concreto en nuestras vidas esta misión? ¿será necesario dejar nuestros hogares, nuestros países e irnos a tierras lejanas donde nunca han oído hablar de Jesús y de su misión salvadora? ¡Eso sería excelente que lo hiciéramos! Es importante apoyar con nuestra oración y con nuestra ayuda económica a los misioneros, sin embargo, el testimonio de nuestra vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión.

Nuestra principal misión consiste en ser coherentes con nuestra identidad de cristianos siempre y en todas partes. Don Bosco nos diría: Sean buenos cristianos y honrados ciudadanos.

Nuestras propias familias son tierra de misión. Nuestros amigos y amigas son tierra de misión. Nuestros compañeros de colegio, universidad o trabajo son tierra de misión. Nuestras sociedades son tierra de misión. Las instituciones de gobierno son tierra de misión. Nuestras Parroquias son tierra de misión.

¡Asumamos responsablemente nuestros compromisos cotidianos y construyamos juntos la Civilización del Amor!

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