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Tote. Esta navidad fue muy especial para mí, hemos vivido plenamente el adviento, las celebraciones y en familia hemos creado más y mejores recuerdos. Este año mi propio niño Dios (es José Alejandro, porque nació un 24 de diciembre) me ha dado el mayor de los regalos.

Como saben, mi pequeño José Alejandro es un niño particular, es travieso, inquieto, curioso y muy inteligente. Dentro de mis responsabilidades como madre he tratado de buscar alguna actividad en la cual él se sienta libre y realizado, pero que además logre amortizar los efectos de su hiperactividad.

Escuchando la voz de varios profesionales busque actividades físicas para descargar su energía, practicó tae kwon do, además lo incentive a practicar otros deportes como el futbol o el basketball, pero ninguna de estas alternativas me había dado resultado. Intente agregar en sus actividades diarias el arte, por medio del dibujo o la pintura, pero no logre captar totalmente su atención, siempre había algo que lo distraía y lo sacaba de concentración.

A él siempre le ha llamado la atención la música, pero luego de un par de maestros, nos recomendaron mejor esperar a que madurara su personalidad y pudiera dedicarse de lleno a las clases, por convicción y no por imposición, entonces decidí esperar un par de años para retomar el tema.

Pero este año, una semana antes de comenzar adviento, estando en misa un amigo de la familia, perteneciente al grupo EJE y al coro, lo invito a cantar, el corrió al llamado, literalmente, pero yo me sentía nerviosa y estresada de pensar que no se portara bien, que fuera a causar interrupciones o distracciones en los demás miembros.

Por gracia de Dios no fue así, cantó cuanto sabia en esa misa y saliendo me dijo: “mamá yo quiero seguir cantando en misa” le asegure que así seria, pero seguía con dudas, pues a veces las misas se tornan aburridas para los niños y precisamente a él, me costaba tenerlo concentrado durante ellas.

Como testimonio puedo decir que hoy, 7 domingos después, tiene el mismo entusiasmo, la misma alegría de cantar, incluso hoy él es quien nos hace llegar más temprano para cumplir con el ensayo. En la casa pasa cantando lo que recuerda de las canciones y poco a poco se las va aprendiendo de memoria.

Sueño, como soñaba Don Bosco con sus muchachos, en verlo crecer cantándole a Dios, lo siento como un regalo y en mi deber de madre, quiero mantenerlo en ese camino y apoyarlo en todo lo que pueda. Pero también debo agradecer al coro de EJE, pues debido al amor que le tienen, son pacientes y le dan la oportunidad de ser mejor persona y mejor cristiano.

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